Todo iba bien, hasta el calor era agradablemente soportable hoy. Me levanté tarde (para variar) y almorcé a eso de las 4. Puse uno de mis discos de New Order y mientras cantaba y realizaba las mímicas propias de un estado relativamente alegre (que en mí se logra cuando enciendo el equipo y la música aflora) me fumé el cigarro que a esa hora resulta ya pertinente.
La ducha me esperaba.
Debía juntarme con mis amigas a las 5:30.
Organicé mi cartera con todo lo necesario: mi walkman, los CD´s elegidos para el trayecto (uno de Smoke City, otro de Andrés Calamaro, los grandes éxitos de U2 y el Morning Glory de Oasis), plata, pase escolar, puchos, encendedor, lápiz, mi libreta de emergencias para cuando nace alguna idea loca por ahí y sería.
Me puse los audífonos y me largué.
Llegué al Telepizza de Plaza Italia como a las 5:40. La Kathy me esperaba con su maleta negra y algo anoréxica (porque de equipaje sí que no tenía nada) y comenzó a explicarme que no alcanzó a ir a dejar sus cosas al departamento, por lo que se vino directamente del terminal a nuestro lugar de encuentro. Mi única reacción fue largarme a reír: era extraño partir al Vía X para conseguirnos entradas para la SCA y después ir por unas chelas a Bellavista con una maleta en mano. No sé; me imaginé a doña maleta bebiendo por alguno de sus cierres y brindando por no sé qué en algún momento.
En fin. Luego llegó la Caro y su amiga Gaby. Nuestra aventura en busca de entradas no fue exitosa. Llegamos tarde, más bien, llegamos MUY tarde. A pesar de que nos hicimos pasar por curicanas que venían a la capital sólo para estar en el programa tampoco fue argumento victorioso. Nos retiramos con la resignación bajo el brazo. Había que ahogar las penas, así que partimos a beber una cosa poca por ahí.
La conversa fue bastante "periodística" y no precisamente por analizar algún hecho noticioso o por criticar algún programa chanta de TV. No. Nacieron las putas vocaciones y el por qué entramos a estudiar esa "bendita" carrera.
Tuve que acudir a mis memorables motivos de antaño: "Yo quería estudiar Odontología. Me fue bastante bien en la PSU (saqué en promedio como 698 puntos), pero no me alcanzó para entrar a la Chile. Mi terquedad me llevó al preuniversitario para alcanzar así mi meta al año siguiente, pero me di cuenta de que no me gustaba la biología ni nada que tuviera que ver con la medicina; sólo le pegaba al cuento, nada más. Mi crisis vocacional dio un giro más bien humanista: partió por Teatro, se escabulló en Publicidad, Producción de Eventos y finalmente terminé en lo que estoy: Periodismo. Lo más irónico de todo es que cuando estaba en el colegio dije que jamás estudiaría esta carrera o Leyes, porque eran propias de huevones sin ética e inconsecuentes y bla bla bla..."
Y miren en lo que terminé: ahora soy parte de un montón de huevones sin ética y sin consecuencia. Me proyecto en un ambiente en el que quizás pasen años y no encuentre pega e incluso tal vez tenga que vender seguros o trabajar en un call center para ganarme la vida (con todo el respeto que merecen quienes desarrollan aquellas actividades).
Seré una cesante más que partió con unas inmensas ganas y un tremendo positivismo, pero que nunca realmente estuvo conciente de lo diminutos, cuadrados, chantas y rascas que son los medios de comunicación en este país. No pues; "si yo supuestamente era inteligente y le pegaba a la cosa me tenía que ir bien igual. Ningún huevón con pituto iba a superar mi profesionalismo al momento de hacer la pega".
Sí claro. Niñita ilusa con supuesta coherencia utópica...¡bah!
Resumiendo: la conversación duró un par de horas y llegamos a la idea final de que ninguna de las presentes estaba tan entusiasmada con la carrera como en un principio. El suspiro fue inminente; comenzamos con la mejor de nuestras sonrisas y ahora estamos con una seriedad que va camino al llanto. Y lo que es peor aún: poseemos la amarga conciencia de que el show debe continuar...
Pasó el tema como si nada, o por lo menos intentamos que nuestra falta de motivación no nos pasara la cuenta.
Las botellas ya estaban vacías. Ya no quedaban papas fritas.
Próximo destino: metro Baquedano.
Un sinnúmero de tallas y conversaciones más menos relajadas fueron nuestro comodín de turno.
Nos despedimos y quedamos en vernos el próximo jueves.
Cada una se puso en marcha hacia sus respectivos destinos.
El tema me siguió dando vueltas en la cabeza y estoy segura de que a mis amigas también. Pero qué más da; ya no se puede volver atrás. Ya no estoy tan segura de ir por buen camino. Las dudas e inquietudas aumentan a diario, no sé si podré vivir toda mi vida con el título de "periodista" en mis hombros. La claridad se volvió más tóxica que el aire de Santiago.
En ese momento sólo atiné a caminar. Bajé las escaleras de manera pausada, como si cada paso fuese una meditación más. Saqué el pase escolar, los $120 para el pasaje y traté de poner mis esperanzas en el disco de U2 que estaba en mi walkman. Subí al metro y noté que el paisaje con la velocidad de esa cuncuna mecánica se volvía tan borroso como mi incierto futuro.
Quizás con qué otra sopresita me encuentre al momento de beber una chela...