Que las ideas me tiendan una mano

Una nueva semana, días que inevitablemente pasan por la vida de todos, por mi vida, y que no puedo detener ni siquiera un segundo para preguntarles por qué no avanzan con más calma, debido a que siento que no los estoy aprovechando como debería.

¿Acaso son ellos los exagerados que van con tanto apuro?

¿O soy yo quien está dormida entre mis acciones que se llevan a cabo sólo en mi cabeza?

Hoy cuando estaba leyendo "El huracán lleva tu nombre", de Jaime Bayly, hubo una frase que me hizo sentir muy identificada: "cuando hablo mucho me siento menos escritora", no es que me crea escritora ni mucho menos, pero mis ideas prefiero palparlas en unas cuantas letras en vez de dejarlas fluir por el aire, mientras otros las escuchan y en unos cuantos segundos toda mi vida relatada se esfuma como si nada, yéndose a la basura como la mismísima mierda.

Todo queda en discordancia: quiero que mi vida avance y quiero llevarla a cabo con más fuerza que nunca, pero siempre hay algo o alguien que traba mis impulsos... me hacen sentir una extraña por querer expresar lo que todos tienden a guardarse para sí mismos. Es allí cuando empiezo a escribir, a iluminar lo que hago con signos que representan en lo que estoy, a lo que voy, a lo que quiero llegar y a lo que muero de miedo por hacer.

¿Por qué el maldito equilibrio permanece ausente?

Los extremos son traidores, pero la triste verdad es que en lo humano no existe perfección, no hay un equilibrio constante. Necesitamos un extremo para obtener el otro, y de esa manera lograr un equilibrio fugaz que baila en el limbo indescifrable de lo que llevamos como historia propia.

Y así continúan mis días: en la más absoluta discordancia.

Pasan las horas y no caben en este espacio que me rodea las acciones concretas que los demás puedan percibir. Sólo unas cuantas ideas revoltosas se detienen a pensar por unos momentos... observan un rato, me miran con cara de "pobre cabra" y luego se van.

Ojalá que las ideas vengan un poco menos pesimistas y me tiendan una mano, para que los días no pasen en vano de una vez por todas.