martes, enero 23, 2007

A modo de escape

Como que pasa todo y no pasa nada.
Como que miro dos cuadras más allá y me encuentro con un zoológico de escarcha, tres cíclopes cortos de vista y un par de sentimientos rotos.
Cosa aparte: los dolores de cabeza siguen aquí. Se creen parte de la "gran" familia.

Un mientras tanto aguarda por escabullir los dedos en mis pensamientos. Trato de hilar lo que pasa por mis neuronas de acuerdo a lo que ocurre con los hechos.
Los anteriores andan poco consecuentes, debe ser porque giran en torno a ti.

Créeme que ya no lloro hace un buen par de años atrás.
La inconsecuencia me detesta, así que no avalo una relación de pareja complementaria con ella por mucho tiempo.


Días antes conversé con mis afanes de indiferencia: pasa que están como están por el mero hecho de tener buena memoria.
No se olvidan por cuantos espejos miraron y no encontraron nada. Tampoco dejan a la deriva el millón y tres veces que se pasearon como pelos de la cola.
No, no, no.


La indiferencia es buena aliada, pero también una gran enemiga. La he tenido de ambos bandos. Reconozco que nos llevamos bien, pero no me quedo con ninguna de sus artimañas.
Debe ser porque no me resulta mentir y no cagarla. Debe ser porque cagándola la cago más.


Me otorga indiferencia, me indiferencio con su indiferencia.
Qué escabullida esta andanza: me paro entre laberintos cuadrados pisándolos como si fuesen redondos.


Al final no va ni lo uno ni lo otro; todo termina siendo un gran lío.
Y no porque me pasee por calles sin salida, o porque corra tras puertas falsas: todo el loco lío va en que te encontraré al final.


La vía de escape eres tú.



No sabes cuánto ruego por que cambie el modo de juego-.

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